TDAH = Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

martes, 19 de abril de 2016

CÓMO MANEJAR LAS RABIETAS


Todos los niños tienen rabietas. Es la forma en que manifiestan su frustración cuando no obtienen lo que desean. Las rabietas disminuyen a medida que los niños crecen y aprenden, a través del ejemplo de sus padres y del ambiente, cómo regular sus emociones y su conducta. 

Sin embargo, en algunos casos las rabietas pueden hacer que los padres se sientan frustrados o avergonzados, porque no saben qué hacer para ayudar a los niños a controlarse. Para todos aquellos que se sientan identificados con esta descripción, les traemos un vídeo explicativo sobre cómo manejar las rabietas de los niños.


Los puntos más importantes del vídeo:
  1. Más vale prevenir que curar. Evitando situaciones conflictivas podemos evitar una rabieta. Si sabes que de camino a la guardería o colegio pasáis por el parque y él va a querer quedarse, mejor ir por un camino alternativo. Como se suele decir: evita la ocasión y evitarás el peligro.
  2. Cuando se da la rabieta nunca debemos perder el control, elevar la voz ni intentar imponernos a la fuerza. Si, esto es difícil, pero hay que intentar hacerlo. Recordemos que aquí el incapaz de controlar sus emociones, en principio es el niño. Debemos ser conscientes que la rabieta tiene un inicio y un fin, y en ocasiones es difícil acortar esos tiempos.
  3. A veces se puede ceder. “¿Que quieres la camiseta roja en vez de la verde? Ok, ponte la roja, no pasa nada”. Hemos evitado una rabieta o la hemos cortado a tiempo. No es una guerra, no pasa nada.
  4. La firmeza no está reñida con el afecto. A veces no podemos o no queremos ceder, y darle a nuestro hijo aquello que quiere no es la mejor opción para tratar de parar la rabieta: no podemos quedarnos indefinidamente en el parque, no podemos dejarle cruzar la calle por cualquier lado, no puede llevarse lo que quiera del supermercado, etc. Aquí no queremos ceder, pero sí podemos tratar de negociar con nuestro hijo una alternativa: “ya sé que quieres esto, pero no puede ser. Si quieres, podemos…”.
  5. Bajar a su nivel, hablarle con calma, mirándole a los ojos, intentando que nos mire mientras le hablamos. Esto es importante siempre que nos comunicamos con un niño, pero cuando estamos en una situación como ésta, mucho más importante todavía.
  6. Nunca debemos emplear el chantaje emocional: “si te portas así, papá no te querrá”, “te voy a dejar ahí sólo”, “como vea esto tu padre te vas a enterar” Bastante tiene el pobre con su disgusto que tiene, como para que encima le estemos hablando de este modo. Debemos transmitirle que le queremos igual aunque tenga esa rabieta, lo que pasa es que nos resulta molesto. Pero nuestro amor no depende de cómo se comporte.
  7. No negar el contacto físico. Es probable que rechace el contacto físico, que no quiera saber nada de nosotros. Debemos respetarlo y no tomarlo como un ataque. Simplemente está ofuscado. Pero si acepta el contacto físico, podemos darle un abrazo, besos o cogerle hasta que se sienta mejor.
  8. No debemos dar sermones ni grandes explicaciones, mucho menos en la fase más explosiva de la rabieta. Porque nadie nos va a estar escuchando en ese momento. Los mensajes, cuanto más breves y sencillos, mejor: “cariño, lo siento, ahora eso no puede ser” Una vez la pataleta ha acabado, y en función de la edad del niño, podemos hablar con él acerca de lo ocurrido, pero nunca durante la misma.
FUENTES:

viernes, 15 de abril de 2016

¿SE DEBE CASTIGAR AL NIÑO CON TDAH SIN IR DE EXCURSIÓN?



¿Recuerdas cómo era el día de excursión con el colegio cuando eras pequeño? 

Te vendrá a la mente lo lentos que pasaban los días previos al día D, la alegría y expectación que te invadía, la emoción que suponía hacer algo diferente, ir con los demás en el autobús cantando y riendo…

Pues la realidad de muchos niños con TDAH es muy diferente, y lo único que sienten cuando el colegio organiza una excursión es frustración, marginación, y culpabilidad. ¿Por qué? Porque de forma sistemática se les castiga sin participar en la excursión. Hemos visto a muchos padres quejarse en los colegios de que a su hijo con TDAH lo han castigado sin ir de excursión con el resto de la clase, hablar con profesores, director o quien haga falta, para que entiendan que esa no es la forma ni el camino.

Así que lo único que podemos esperar con este artículo es que aquellos que no se hayan dado cuenta todavía, tomen conciencia de lo importante que es que los niños con TDAH vayan de excursión con los demás.

Sin excursión, riesgo de exclusión social

Es frecuente que los niños con TDAH estén castigados sin participar en las excursiones como consecuencia de su mal comportamiento en clase, porque no hayan entregado los deberes a tiempo o porque no hayan obedecido al profesor. 

Sin embargo este tipo de castigo lo que hace es cronificar una situación que no es beneficiosa ni para el niño, ni para el profesor, ni para nadie. Si además se impide que participe en las excursiones, de forma repetida y sistemática, se está fomentando la exclusión social del niño.

Se sabe que en la infancia se empieza a construir nuestro autoconcepto, es decir, la imagen que tenemos de nosotros mismos, y este autoconcepto está en gran parte construido con lo que nos transmiten los demás (confianza, críticas, cariño, respeto, valores…). 

Si a un niño lo castigas constantemente y no participa en las mismas actividades que los demás ¿qué autoconcepto va a tener de sí mismo? ¿Qué lección les estamos enseñando a los otros niños de la clase? Lo más seguro es que le marginen y se burlen de él. En fin, un panorama muy poco esperanzador y poco propenso a una recuperación positiva de la situación.

Usa la excursión como refuerzo positivo

Durante la infancia cualquier cosa que se escape de la rutina es realmente emocionante, y las excursiones son parte de estas experiencias únicas en las que todos los niños tienen derecho a participar. Son una oportunidad fantástica para aprender cosas nuevas y vivir experiencias. Por eso merece la pena cambiar el planteamiento de “estás castigado sin excursión.”

Utiliza las excursiones como refuerzo positivo, ofreciéndole al niño la posibilidad de participar si su comportamiento lo permite. Es decir, motivarle a comportarse de una manera adecuada (dándole unas pautas claras de lo que se espera de su comportamiento) para que se gane el ir a la excursión. Siempre que se planteen este tipo de situaciones, es importante evitar ridiculizar al niño o hacerle sentir diferente del resto, por lo que esto puede pactarse en privado entre el profesor y el niño e incluso los padres, para que todos estén involucrados en motivarle a conseguirlo.

Estrategias

Si el profesor tiene dudas de poder controlar a todos los niños y ocuparse del niño con TDAH, a veces puede ayudar el contar con otra persona que colabore (orientador, otro profesor que conozca al niño, el padre…).

Es importante antes de la excursión dedicar un tiempo o alguna actividad relacionada a explicar el motivo de la excursión, el objetivo y en qué va a consistir para implicar a todos los niños en ella.
Recordar en varias ocasiones (antes y durante) la organización del día, y de las diferentes etapas que se vayan a desarrollar, para que los niños sepan qué pueden esperar, que no les pillen las cosas por sorpresa y les pueda desorientar.

Establecer unas normas de comportamiento para todo el grupo y recordarlas una a una, y advertir de las posibles consecuencias en caso de que no se sigan. Puede que al niño con TDAH le venga bien que se le entregue la lista de normas por escrito para que las pueda revisar tranquilamente.

Puede ser de gran ayuda encargar al niño con TDAH de alguna tarea durante la excursión relacionada con la gestión y/o organización (contar a los niños cuando estén subidos al autobús, ser el encargado del agua, guardar el mapa…).

Acordar con el niño antes de la excursión (de forma privada) que pueda conseguir un “carné de buen comportamiento” (o algo similar) si respeta el cumplimiento de todas las normas establecidas durante la excursión.

Los ambientes estructurados, bien organizados, con rutinas y motivadores son una gran ayuda para el autocontrol del niño con TDAH. El profesor tiene que ser consciente de lo que representa para los niños, y actuar como modelo para el alumno y sus compañeros. 

Una actitud tolerante, flexible y paciente, y comprendiendo las características propias del TDAH, conseguirá un mejor comportamiento por parte de su alumno.

¿Te animas a intentarlo?

FUENTE:

viernes, 8 de abril de 2016

CÓMO ENSEÑAR A UN/A PREESCOLAR A GESTIONAR SUS EMOCIONES



Terribles dos años, tres años, temibles cuatro años... 
Esos años, marcados por rabietas y berrinches que no hacen sino revelarnos que nuestros y nuestras peques todavía no han aprendido a regular y gestionar sus emociones. Es, sin embargo, la edad ideal para empezar con la educación emocional, tanto en casa con en el jardín de infancia.

1. Nombrar emociones

Las emociones son como un fuego: si intentas apagarlo de golpe con un vaso de agua fría, según su tamaño, puede que lo consigas o puede que, al contrario, empeores el asunto gravemente y se te queme la casa.

Vale: del mismo modo, las emociones no se reprimen. Se identifican y se gestionan de la mejor forma posible: los niños y niñas, a esta edad, no tienen dicha capacidad. 
No es que NO QUIERAN gestionar bien un berrinche por chincharte a ti, es que todavía no pueden: no está en su patrón de desarrollo y es algo normal.

Dejando claro esto, ¿cuál es tu papel? 
Enseñar a esa personita tan pequeña qué siente: "estás triste porque tu amigo se ha ido a su casa", "veo que te has enfadado con tu amiga", "pareces muy contento por el regalo de tu abuelita", "estás frustada porque no puedes ir a la playa", "te sientes decepcionado porque el dibujo no te ha salido como querías pero a la próxima saldrá mejor", "el ruido ha sido muy fuerte y estás asustada".

2. Normalizar

Las emociones son adaptativas: no son malas en sí ni buenas en sí. A veces son útiles y a veces no: son alertas. Lo que puede estar mejor o peor no es la emoción sino la forma en la que se gestiona (de acuerdo al nivel y posibilidades de desarrollo de cada niña y niño, claro): por lo tanto, hay que normalizar emociones "negativas", que causan malestar, y no estigmatizarlas como algo a apagar cueste lo que cueste, y a esconder debajo de la alfombra. Jamás. 

"Todo el mundo se siente triste, alterado, tiene miedo, etc. a veces". Entender que lo que le pasa es algo común, que no es un bicho raro, es mucho más tranquilizador que un "ea, ea, no llores" ni un "tranquilízate". Lógicamente, a nadie le gusta un berrinche épico en la vía pública: ese es un buen momento para educar en inteligencia emocional.

3. Estrategias

Todo el mundo puede controlar el modo en el que expresa sus emociones, pero no puede controlar sus emociones (y, como hemos dicho, intentar apagar fuegos con gotas de agua pues no da muy buen resultado). Podemos experimentar ansiedad cuando tenemos que entregar un trabajo en un plazo corto de tiempo,  ¿Verdad? ¡Eso no implica que nos pongamos a gritar, llorar y correr en círculos alzando los brazos!

Cómo gestionamos nuestras emociones es algo que depende de nuestra educación emocional, y es obvio que no todo el mundo ha corrido la misma suerte y que, a veces, tienen que emprender ese camino tan arduo en la edad adulta que, de haberse recorrido a su tiempo, no sería tan duro. Por ejemplo: "entiendo que estés enfadada, pero no puedes pegar a tu hermano pequeño por ello: puedes golpear esta pelota".

4. Ficción y story-telling

Leer ficción puede promover el desarrollo de la empatía, y las historias muy abiertas ofrecen a las personas una línea argumental que ayuda a resolver problemas desde sus propios recursos, perspectiva individual y marcos conceptuales.

5. Mindfulness


Como suponéis, es complejo aplicarlo en peques: te recomendamos acudir a un psicoterapeuta colegiado para ello.

FUENTE: